Este es un espacio para que entre todos podamos ir compartiendo reflexiones. Yo les ofrezco algunas de las mias y el resto depende de vos. También podemos compartir filmes, música, experiencias, fotos, etc. Espero de vos y espero que vos de mi.




La formación humana en la educación desde la pedagogía centrada en la persona:

Prof. Alejandro Tomás Neris

ISARM

Hablar de formación humana en la educación es un desafío constante y alentador, nos exige estar continuamente  mirando nuestro propio camino formativo. Nuestro itinerario que se inicia desde que fuimos estudiantes, destinatarios de un sistema de formación fruto de una época determinada. Nadie tiene la culpa de haber sido formado antes o ahora. Somos fruto de un contexto formativo epocal.

Proponemos, en esta oportunidad, reflexionar sobre la formación humana en la educación desde un marco teórico particular: La educación o pedagogía centrada en la persona o del cliente, al decir de Carl Rogers. Cabe aclarar que no se desarrollará una exposición explicativa sobre la teoría de la educación centrada en la persona, sino, más bien, partiremos de la misma para reflexionar, desde nuestras prácticas educativas, sobre la formación humana en la educación, desde nuestro lugar de educador y educando.

Algunos interrogantes conductores:

·         ¿Qué se entiende por formación humana desde la educación centrada en la persona?

·         ¿Cómo son los actores en la formación humana desde la educación centrada en la persona?

·         ¿Qué fin se persigue en la formación humana desde la educación centrada en la persona?

Para comenzar el desarrollo del ensayo, consideramos importante, tener delante la concepción de hombre desde la cual nos manejaremos. Nos enmarcamos dentro de una idea de hombre como ser bio-psico-social y espiritual, es decir desde una visión holística del hombre en la educación.

Ésta visión holística de la realidad y del hombre se opone a la de la globalidad, es decir, en el globo, a diferencia del holos[1], las partes que integran el todo no se encuentran diferenciadas entre sí, entre todas forman un todo pero quedan diluida indiferenciadamente. En el holos, el todo es una integración de las partes diferenciadas, cada una de ellas conserva su particularidad, no hay mezcla y confusión, al contrario, hay  integración, unidad que se da gracias a que cada una tiene su propia originalidad - identidad y, esa diferencia, permite la unidad y complementariedad. Ya que la unidad de las partes se da en la diversidad.

¿Qué consecuencias puede acarrear la desintegración de alguna de las partes del holos que constituye el hombre? La misma significaría una absoluta deshumanización de la educación. Cada una de las partes es constitutiva, esencial no accidental o circunstancial, esto quiere decir que intentar suprimir o negar alguna de estas partes es negar y suprimir la esencia del mismo hombre. Se trata de un atentado, de un avasallamiento del ser. Y en educación, atentar contra el ser mismo del hombre –educador y educando- es menospreciar y, hasta destruir, los mismos fine que ella persigue: promover el desarrollo integral de la persona. En conclusión, a la educación la consideramos integral o no es educación.

¿Qué buscamos en la educación? Buscamos formar la humanidad y esto es buscar el desarrollo de la persona, es por ello, que consideramos mirar al acto educativo desde una pedagogía que tiene como centro a la persona (cliente, lo llama Carl Rogers, en el sentido de protegido). ¿Cómo formar-educar sin mirar a los educandos? ¿Podemos formar-educar mirándonos únicamente a nosotros mismos?

Una de las bases de la educación centrada en la persona es su énfasis en la cuestión vincular, en las relaciones interpersonales. Hoy, o somos seres vinculares y apostamos a la vincularidad o desaparecemos. No se trata de soportar a nadie, de tolerar por tolerar sin más. Procuramos hacer del vínculo una forma de vida y en la vida todo es gozo y dolor, y los demás me constituyen, gracias a que existen otros, cada uno sabe quién es. Es cierto que somos seres paradojales e inconclusos pero capaces de complementarnos, pero, siempre con otros. En las relaciones “entre” personas nos comunicamos pero en las relaciones “inter-personales” nos identificamos unos a otros.  Tanto es así que si no existe un tú que me haga sentir yo, no existo.

Esta mirada de la educación centrada en la persona y su acentuación en las relaciones interpersonales es, hoy más que nunca, una “necesidad vital y pasión de urgencia”[2]. ¿Por qué hoy más que nunca? Porque consideramos que cada vez más tenemos los medios para informarnos pero no así para comunicarnos. Todos, y disculpen la generalidad, en redes sociales, ya nadie puede darse el gusto de anonimarse, de pasar desapercibido, todo está expuesto, vivimos como en cajas de cristal, sin querer y saber cómo todos sabemos de todos. Pero, cuidado, porque detrás de la aparente comunicación hay una “soledad en compañía”[3] (caso facebook). Sin querer nos acercamos alejándonos sin darnos cuenta el límite entre lo real y virtual.

Con esto, no pretendemos oponernos a las redes sociales sino buscar la forma de aprovecharlas también en educación y como un medio más de comunicación, siendo consciente de los límites y las posibilidades de las mismas.

Para continuar con ésta reflexión vamos a centrarnos ahora en los actores-protagonistas de la educación centrada en la persona. Los educadores y educandos. El primero se caracteriza por ser un protagonista-facilitador, un ser auténtico, que aprecia, acepta y confía, es permisivo (en cuanto que permite dejar expresar los sentimientos) tanto con él mismo como con los educandos. Ejerce la comprensión empática y trata siempre de ser honesto y coherente. El docente facilitador, sabe, sabe que sabe y comparte sin imponerse.

En cuanto a los educandos, el educador ve en ellos a “personas” como protagonistas-productores de su propio proceso educativo. Ellos tienen saberes propios y potenciales a descubrir por ellos mismos y por el educador. Seres autónomos, con capacidad para autoiniciarse y autoparirse. En el educando, el educador ve un ser en quien puede confiar y no es necesario estar mirando a los mismos desde la constante sospecha.

Quizá, muchos de los lectores en este momento puede pensar cuán lejos o cerca está del ideal de formación desde la educación centrada en la persona. Creemos que lo que interesa no es medir la distancia entre el ideal para la realidad y la realidad actual que cada uno de nosotros vive cotidianamente desde los diferentes espacios de formación. Consideramos que lo importante es poder reflexionar sobre nuestras prácticas y animarnos a tomar decisiones conscientes, libres y responsables. Cada vez que logramos instalarnos y acomodarnos en un esquema o sistema de formación conviene no perder de vista nuestro ser caminante, transeúnte. Cierta inconformidad y constante actitud de búsqueda nos pueden garantizar estar siempre en camino y no a la vera del mismo.

Para culminar ésta reflexión vamos a enfocarnos en el tema de las competencias básicas del docente del siglo XXI que educa desde una pedagogía centrada en la persona. Las mismas son tomadas del Dr. Augusto Pérez Lindo (2012) de su libro “Competencias docentes para el siglo XXI”. ¿A qué llama competencias el autor? Se refiere a las mismas como las potencialidades, capacidades o cualidades básicas que debería tener una persona para ejercer la docencia con eficacia en cualquier nivel del sistema educativo. Para el mismo las competencias docentes no se fundamentan exclusivamente en el “saber hacer”, sino que, desde una mirada existencial y holística, contemplan cinco dimensiones de la educación: el ser, el conocer, el saber hacer,  el convivir y el aprender a aprender.  

A continuación tomamos de manera textual del autor una sintética explicación de las dimensiones y competencias:

I. Aprender a ser:

1.       Identidad. Capacidad para facilitar la realización de la identidad de los alumnos. Autoconciencia.

2.       Creatividad. Capacidad para lograr un aprendizaje activo. Motivación. Capacidad para transmitir el deseo de saber.

II. Aprender a conocer:

3.       Cientificidad. Capacidad para desarrollar el pensamiento científico. Dominio de una disciplina y de la lógica científica. Capacidad para enseñar a pensar. Pensamiento crítico. Metacognición.

4.       Competencia lingüística. Capacidad para estimular la comunicación lingüística y para interpretar el mundo simbólico.

III. Aprender a aprender:

5.       Capacidad para enseñar a aprender mediante la autonomía intelectual, el trabajo en equipo, la autodisciplina y la resolución de problemas.

6.       Comunicabilidad. Capacidad para transmitir los conocimientos con métodos pedagógicos adecuados.

IV. Aprender a hacer:

7.       Capacidad para enseñar el saber hacer mediante la resolución de problemas. Eficiencia práctica. Capacidad para enseñar a aplicar conocimientos.

8.       Competencia informacional. Capacidad para buscar, interpretar y transmitir información. Capacidad para transmitir una cultura multimedial.



V. Aprender a convivir:

9. Sociabilidad. Capacidad para enseñar a trabajar en equipo, para actuar con solidaridad y responsabilidad. Empatía y comprensión de los jóvenes.

10. Responsabilidad social. Compromiso moral. Identidad y valores. Consciencia ciudadana. Consciencia ecológica.” (Pérez Lindo, A. 2012: p. 32 - 33).

Finalmente, podemos concluir este ensayo con la convicción de que el camino es arduo pero transitable. Somos caminantes, homo viator, en la cultura que nos toca ser protagonistas. Como educadores nos queremos hacer hacedores del desafío de educar teniendo siempre como centro a la persona. Defendiendo siempre el fin de formar para la humanidad y para el desarrollo integral de las personas.



Bibliografía de consulta:

q  Freire, Paulo "Cartas a quien pretende enseñar" Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires.

q  Freire, Paulo "Pedagogía del oprimido" Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires.

q  Freire, Paulo "Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido" Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires.

q  Montero Tirado, J. (2012): Conferencia “El gran desafío: reformar la formación docente a partir de la antropología integral” en las XIV Jornadas de Aprendizaje. Universidad Católica de la Asunción (Sede Itapúa) Encarnación, Paraguay del 03 al 05 de marzo.

q  Pérez, L. (2012): “Competencias docentes para el siglo XXI”. Buenos Aires. Ed. Tinta Fresca y Ensayos, educación.

q  Rogers, Carl "El proceso de convertirse en persona" Paidós, Buenos Aires.

q  Rogers, Carl "Psicoterapia centrada en el cliente" Paidós, Buenos Aires.

q  Rogers, Carl "Libertad y creatividad en la educación" Paidós, Buenos Aires.

q  Equipo Inspectorial  de Formación Docente (1995): “El hombre y la Educación hoy”.  Buenos Aires. Ediciones Don Bosco.





[1] Vocablo griego que significa: todo, entero, total.
[2] Parafraseando una bellísima canción de Eduardo Meana: “El camino de la verdad”.
[3] Frase de la Dra. Josefina Dartiguelongue en la conferencia sobre “Cambios culturales, relaciones intergeneracionales y las nuevas formas de comunicación”. Posadas,  29 de mayo de 2012.  Sede OSDE.

El desafío de Educar para la Paz en la Diversidad”

Prof. Alejandro Tomás Neris

Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya

Actualmente en el ámbito de la educación, más precisamente en nuestras comunidades educativas e incluso en nuestras legislaciones se ha vuelto casi un folklorismo hablar y discutir sobre los nuevos desafíos que movilizan la tarea de educar. Por ejemplo: Hablamos de educación en, de y para la diversidad, educación plural, educación desde la multiculturalidad, educar para la inclusión, educación  para la tolerancia, igualdad e incluso la idea de educar para la paz. No se trata de un folklorismo malo o perjudicial pero es necesario pensar en cada una de las propuestas, es decir, analizar los discursos, ya que, las palabras transportan ideologías, concepciones y cosmovisiones. Se presenta un desafío importante: Educar para la Paz en la Diversidad. Para esto es necesario asumir dos actitudes básicas: el diálogo y la hospitalidad.

  1. Educar para la Paz

¿Qué entendemos por Educar para la Paz? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de paz? ¿Qué imágenes sobre la paz dominan nuestro inconsciente?

Cuando pensamos en términos de paz nos imaginamos casi de manera autómata en la paz como ausencia de guerras y violencia. Y la verdad es que no podemos asociar la palabra paz a estas ausencias, puesto que muchas veces donde no hay guerras no significa que haya paz y en este punto nos ayuda las reflexiones de la Dra. Alicia, Cabezudo cuando se pregunta:

“¿Cuáles son las necesidades o pre-condiciones para la existencia de la paz, de acuerdo a la perspectiva actual?”[1]

La autora plantea una diferencia entre  “paz negativa” y “paz positiva”. Paz negativa se asocia a la idea de ausencias de guerra y violencia y, la paz positiva, que sería la actual perspectiva, se asocia a la idea de paz justicia social, democracia, ejercicio de los derechos humanos, equidad, solidaridad,  fraternidad, etc.

Estos conceptos serían las necesidades y pre-condiciones para la existencia de la paz. Sabemos, porque lo vivimos diariamente, que la injusticia y desigualdad genera violencia y el egocentrismo y egoísmo actúan de causante de muchas guerras actuales.

Por lo tanto, educar para la paz es facilitar las condiciones para la no violencia. Es decir, facilitar tendrá que ver con buscar justicia, respetar los derechos humanos, ser solidarios, etc.

Buscar un clima de paz es un trabajo individual y comunitario. Se trata de una tarea y misión. Tarea que exige deseo, voluntad e idoneidad, y una misión que requiere de vocación y pasión. Nadie nos regalará espacios de fraternidad y solidaridad, debemos ganarlo.

Se trata de una tarea en diferentes niveles, ya que, comenzará con cada uno de nosotros como educadores y se extenderá a nuestros sistemas y políticas que deben convertirse en  generadoras de paz.

Generar Paz tiene que ver directamente con buscar por todos los medios, vivir la virtud de la justicia. Sin justicia no hay Paz, no hay armonía. Por lo tanto, Educar para la Paz no tiene que ver con algo que podamos comprar y dar sino con un trabajo en el cual todos nosotros, como educadores, asumimos en primera persona la responsabilidad de ser los primeros propulsores y encargados de crear ambientes de Paz, es decir actuar justa, fraternal y solidariamente.



  1. Educar para la paz en un contexto diverso

Ahora bien, reflexionamos en términos de Educar para la Paz, pero… ¿Cómo educar en la Paz en un contexto diverso?

Analicemos primeramente el término diversidad, es una de los tantos ideas que aparecieron  en la discusión de muchos educadores e investigadores sociales, incluso se trata desde las instituciones jurídicas y pasó a formar parte de los presupuestos básicos para la cuestión  de la inclusión, la no discriminación, la aceptación, la tolerancia, etc.

Pero… como se pregunta el Dr. Carlos Skliar:

“¿Qué pretendemos con la idea de diversidad? ¿Qué pretende la idea de diversidad con nosotros?”[2]

Siguiendo en la misma dirección del Dr. Skliar, nos  preguntamos: ¿Qué queremos decir o qué queremos salvar o proteger con la idea de diversidad? ¿Qué es aceptar lo diverso? ¿Quiénes son los diferentes? ¿Diferentes en referencia a quién o quiénes? ¿Desde dónde o desde quién o quiénes medimos lo diferente?

Seguramente cuando percibimos lo diverso, nos sorprendemos, y es natural, ya que, en nuestro mundo, espacio, cosmovisión no tengo integrado aquello que no puedo nombrar, dominar, etc. Lo diverso me provoca inseguridad e incluso malestar. Un estudiante con problemas para la expresión, ya sea por causas psíquicas y /o físicas – motoras me desestabiliza, un ciego, un sordo, un mudo, un extranjero, me ubica en una situación crítica que exige un cambio, una deconstrucción y reconstrucción.

Consideramos que la cuestión de la diversidad es evidente, ya que es claro y distinto lo diferente. Está  expuesto el problema, se manifiesta, por ello, pensamos que el problema, en mayor medida, no está en la aceptación de lo diverso sino, más bien en la aceptación e integración de algo más básico aún que es la cuestión de la “alteridad”, es decir, del reconocimiento e integración del otro como otro.

  1. El reconocimiento de la alteridad

Recordemos el significado de la palabra alteridad. Del latín “alter” (altéritas, alteritátis) que significa “otro”. En filosofía lo concebimos como la condición de ser otro. Es decir, otro mundo, otra idea, otra forma, otra concepción, otros esquemas, otra mirada, etc. Lo alterno, alternativo se refiere a la capacidad de cambiar la propia perspectiva por la del otro.

El término alteridad se asociará al de conflicto, irrupción, perturbación, alteración, revolución. El otro, los otros, yo, para comunicarnos, necesariamente debemos encontrarnos y esto es un desafío, ya que exige una ruptura, apertura, deseos, ganas de ser parte de otro mundo diferente del mío -después de todo yo también soy diferente para los demás- . Sin lugar a  dudas, esto se dará en un educador maduro, mínimamente sano, consciente que en educación lo más importante es el encuentro.

No sería justo proponer la cuestión de la diversidad únicamente como bálsamo para la no violencia, como paño frío para evitar el conflicto e incluso como camino para escaparme del compromiso del encuentro auténtico; encuentro que es conflictivo por su propia naturaleza. Lo confirma Skliar cuando escribe:

“Una relación de alteridad sin conflicto no es una relación de alteridad: es una relación de uno consigo mismo”[3].

Este deseo de la no violencia, del no conflicto, nos puede llevar a un error que puede costarnos muy caro, asociar el término diversidad únicamente con el de “tolerancia”. Ser tolerante es un ejercicio, por lo tanto algunos lo ubican como una virtud y, en el ámbito educativo, éste término tiene mucha vigencia. Al respeto nos dice la Dra. Julieta Piastro:

“La auténtica tolerancia va acompañada de valores que reconocen la dignidad humana, como libertad e igualdad […] La tolerancia es una virtud débil que nos permite sobrevivir a las diferencias pero no nos enseña a vivir con la diferencia”[4].

Tolerar será dejar las cosas como están, aguantar, dejar pasar, por lo tanto, corremos el riesgo de contar un final de historia donde todo continuó de la misma forma, donde nada cambió. Es decir, nos posicionamos en aquello que constituye lo totalmente opuesto a los fines de la educación que tiene  que ver con el cambio, la promoción, la revolución, con el arte de hacer salir lo bueno de cada uno y transformar lo malo para poder vivir en comunidad.

Aprender a vivir con otros será otro de los grandes fines de la educación y esto nos obliga a aceptar a los demás desde los demás y no desde mis propios esquemas ideológicos. Esto exige de parte nuestra aceptación de nosotros mismos, de nuestra propia originalidad.

Aceptar al diferente exige autoconocimiento, saber primeramente quién soy, cómo soy. La seguridad que puedo experimentar conmigo mismo será el resultado de un costoso trabajo de conocimiento de mí mismo. Te acepto porque me acepto, sos diferente y yo también lo soy, incluso en la misma medida, ya que si el otro es sordo en relación a mí, ¿Yo cómo soy en relación a él?, si el otro es hiperquinético para mí ¿Yo cómo soy para él?, si el otro es homosexual y yo heterosexual ¿Habrá algún problema?

Para educar en la paz, desde un mundo diverso es necesario dos actitudes básicas: el diálogo y la hospitalidad.

  1. El diálogo

¿Qué es realmente el diálogo? ¿Quiénes son los dialogantes? ¿Cómo son los dialogantes? ¿Cualquiera dialoga? ¿Los educadores dialogamos? ¿El sistema educativo dialoga? ¿Las escuelas y autoridades dialogan?

Si partimos del vocablo original, nos remitimos al griego y podemos hablar de un razonamiento, tratado, estudio, camino... de a dos, es decir compartido, eh ahí el problema. Se trata de una construcción, de un hacer común, de un “poner en común”[5].

Al respecto escribe Dominique Maingueneau (mangueno):

“El diálogo tiende a estar afectado por un valor ético: el diálogo se considera sustraído al campo de las fuerzas y de los intereses (...) el placer del diálogo no es el del consenso sino el de las incesantes fecundaciones”[6].

Estas palabras de Maingueneau nos reubican en una postura más abierta sobre el diálogo, ya que, muchas veces pensamos que para que haya diálogo todos tenemos que estar de acuerdo, tenemos que coincidir, todo se tiene que cerrar, clausurar, concluir y si hablamos de “incesantes fecundaciones” nos estamos refiriendo a algo dinámico, con una fuerza interna propia en el que el resultado es la unión de dos partes y no de una sóla de ellas. Necesitamos ambas parte para que se produzca la fecundación, por lo tanto, necesitamos dos seres dispuestos y abiertos para que haya diálogo.

Sólo al revelarme ante el otro, por medio y con ayuda del otro, puedo tomar conciencia de mí mismo. Por lo tanto, con la conciencia del “tu” constituyo mi autoconciencia.

Es decir que queda fuera de toda posibilidad pensar la comunicación, el diálogo y la educación desde la individualidad, desde la soledad inexorable, como piensa Dostoievski, la misma existencia es una profunda comunicación. Ser quiere decir comunicarse. Ser significa ser para otro y a través del otro, para sí mismo.

Al respecto propone Bajtín el “diálogo inconcluso” como única forma  de expresión adecuada de la expresión verbal de una auténtica vida humana. Nos dice:

“La vida es dialógica por naturaleza. Vivir quiere decir participar de un diálogo”[7]

Es así que lo monológico se opone de manera natural, ya que, hablamos de una sola conciencia. El monologismo rechaza la existencia de otras conciencias. Conciencias que pueden responder, interrogar, cuestionar, proponer, etc. Sostiene el autor que el monólogo es concluso y sordo, se arregla sin el otro, pretende ser la última palabra.

A manera de síntesis de este punto, pensamos que es imposible pensar la educación desde métodos y posturas monológicas, donde el punto de partida y llegada sea la palabra del educador, es decir, una única conciencia. Creo que en la praxis docente la postura dialógica inconclusa deberíamos animarnos a explorar. Lo inconcluso nos abre a la búsqueda y la búsqueda al diálogo, el diálogo al otro y el otro al amor.

  1. La hospitalidad

¿Qué nos queda como trabajo a nosotros los educadores que buscamos Educar para la Paz en la Diversidad? Creo que una importante labor se nos presenta: convertirnos en auténticas personas hospitalarias. Esto es, seres con un sentido de la apertura y respeto por aquel que se acerca o a quienes me acerco.

La hospitalidad es una virtud, una capacidad. Capacidad de bienvenida, acogida, atención, cuidado.

¿Qué lugar ocupan los otros en la hospitalidad? En ella los otros nunca son deudores sino siempre acreedores, por lo tanto se convierte en una exigencia moral: recibir a los otros como otros sin esperar de parte de ellos nada.

Se trata de una hospitalidad sin condiciones, en donde los otros irrumpen como otros, exigen con fuerza moral como otros. Dejar que el otro irrumpa en el aula, el patio, el sistema, en nuestras vidas como otros sin esperar que se quede, se instale en nuestro mundo, sino, al contrario, que pueda “irse”, salir, crecer, promocionarse. No son míos ni para mí, son de ellos mismos.

Seguramente, para poder vivir esta actitud de hospitalidad debemos “desapropiarnos”, “despojarnos” de muchas ideas y preconceptos. Asumir una postura de no – conocimiento y apertura por lo nuevo, lo otro que no conozco pero puedo hacerlo porque tengo la capacidad y vocación para abrirme y descubrir algo distinto de mi mundo. Ese mundo que estoy acostumbrado y acomodado y que me otorga seguridad. Al respecto, lo expresa Jacques Derrida (Derridá):

“[…] Este “no lo sé”, no es resultado de la ignorancia o del escepticismo, ni de nihilismo ni de oscurantismo alguno. Este no-conocimiento es la condición necesaria para que algo ocurra, para que sea asumida una responsabilidad, para que una decisión sea tomada”[8].

El desafío de Educar para la Paz en la Diversidad es grande y los caminos y herramientas son muchos y variados. ¿Cuáles de ellos es el más indicado? Seguramente será aquel que surja como fruto de un sincero planteo y, si es necesario realizar cambios, no tengamos miedos en hacerlos. Lo diverso fortalece, la unidad se da en la diversidad y no en la homogeneidad. Seré, seremos en la medida que el otro sea otro y yo sea yo, y nos encontraremos en un nosotros gracias al amor.

¡Muchas gracias!

































BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

*      BAJTÍN, M. (2000). Yo también soy. México. Edic. Taurus.

*      CABEZUDO, A. (2005 – 2006). Educar para la paz en la ciudad. Conferencia Magistral Cátedra UNESCO de Educar para la Paz. Recinto de Río Piedras. Universidad de Puerto Rico,

*      MAINGUENEAU, D. (1999). Términos claves del análisis del discurso. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión.

*      PIASTRO, J. (1998). Identidades en Movimiento en Tolerancia o Barbarie. Compilación de Manuel Cruz. Barcelona. Editorial Gedisa.

*      SKLIAR, C. (2007). La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa. Ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007.

*      SKLIAR, C. (2008). ¿Qué pretendemos con la idea de “diversidad”? ¿Qué pretende la idea de “diversidad” con nosotros? Conferencia presentada en  Encuentro Inspectorial de equipos de gestión y conducción escolar construyendo una escuela inclusiva Casa Salesiana “Ntra. Sra. de las Mercedes” – Manucho, 23-25 de abril de 2008.















[1] CABEZUDO, ALICIA. “Educar para la paz en la ciudad”. Conferencia Magistral Cátedra UNESCO de Educar para la Paz 2005 – 2006. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. P. 10

[2] SKLIAR, CARLOS. ¿Qué pretendemos con la idea de “diversidad”? ¿Qué pretende la idea de “diversidad” con nosotros?”. Conferencia presentada en  Encuentro Inspectorial de equipos de gestión y conducción escolar construyendo una escuela inclusiva Casa Salesiana “Ntra. Sra. de las Mercedes” – Manucho, 23-25 de abril de 2008. P. 1.

[3] SKLIAR, CARLOS. “La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa” ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007. P. 7
[4] PIASTRO, JULIETA. “Identidades en Movimiento” en "Tolerancia o Barbarie" Compilación de Manuel Cruz. Editorial Gedisa. Barcelona. 1998. P. 146

[5] Del latín Comune facere: comunicación
[6] MAINGUENEAU, DOMINIQUE. “Términos claves del análisis del discurso”. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1999. P. 37
[7] BAJTÍN, MIJAÍL. “Yo también soy”. Edic. Taurus. México. P. 165
[8] SKLIAR, CARLOS. “La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa” ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007. P. 7



Tu mano... mi mano... un mundo... colores... esperanza... diversidad... unidad... ¡podemos! ¡sabremos! ¡estarás! ¡estoy!...

JUSTO Y AMANTE

“Justo y amante”. Una aproximación a la misión del educador.
En esta oportunidad quiero compartirles sobre un tema que considero muy importante para la vida misma. Y cuando digo la vida eso incluye nuestro ser y misión como docentes. Les propongo pensar y pensarnos como seres con una vocación, es decir con un llamado específico. Es oportuno recordar que la palabra vocación tiene un doble movimiento, implica una doble acción: llamar y escuchar y, aquel que escucha, es el que puede obedecer, es decir, llevar a cumplimiento aquello que considera es su vocación.
Nuestra vocación tiene que ver principalmente con el acompañamiento y para acompañar necesitamos disponernos a un otro que nos solicita. Este acto de entrega se dará gracias a un sentimiento y a una acción dominante: el amor y la justicia.
Ahora bien, ¿En qué sentido tomo la palabra amor? como afirmación y promoción. Afirmación de mi mismo y de los demás y promoción del otro como otro, en su integridad. Esto implica de nuestra parte mucha madurez, nos obliga abrirnos y muchas veces renunciar a nuestras propias debilidades, necesidades y deseos o preferencias.
¿En qué sentido ocupo la palabra justicia? Justicia como concreción del amor, ya que, el que ama busca la justicia. El amor se convierte en motor de la justicia. Aquello que nos mueve a realizar actos de justicia. La justicia hace posible, tanto para mí mismo como para los demás, ser respetados en la autonomía y libertad. Ella tiene que ver con la verdad. Verdad que pertenece a alguien y que no puede ser ocultada. Si me amas se justo conmigo. Procura darme lo que me corresponde, aquello que me pertenece, y eso que me pertenece es a lo que vos cosiderás fuiste llamado, es decir, acompáñame.
Recordando algunos pensadores como por ejemplo Erich Fromm y Benedicto XVI insisten en la necesitad de hacer una correcta interpretación del término amor, para ellos es bueno acudir a la etimología y esto nos refleja el espíritu o la esencia del vocablo en su más pura realidad.
Los mismos nos hacen ver que el vocablo “eros” y “ágape” (palabras griegas) no designan la misma realidad, se refieren a la experiencia del amor pero no del mismo tipo de amor. En esto se diferencian de nosotros, en nuestra cultura que para aclarar a qué tipo de amor nos referimos utilizamos la misma palabra agregando al final un compuesto, por ejemplo: amor de amigos, amor de padres a hijos, amor al estudio, amor de pareja, etc.
El amor eros está centrado en uno mismo, en mi propia satisfacción. Miro y considero al otro pero para mí. Responde a mis gustos y deseos. Tiene que ver con una cuestión de atracción física, nivel biológico y sexual. De aquí derivan las palabras erotismo y erótico con todas sus posibles variantes y usos.
Evidentemente el amor al que me estoy refiriendo cuando digo que el mismo se presenta como afirmación y promoción responde al amor como ágape, es decir a ese tipo de amor que tiene que ver más con los intereses del otro que con los propios. Está centrada la atención en el ser amado. Se trata de una relación que implica entrega total y aceptación incondicional del otro sin dejar de ser yo mismo. Busco la realización del otro como otro. Respeto la libertad y autonomía del ser que amo. No lo busco para captarlo y ahogarlo en una relación egoísta que sólo busca la propia satisfacción.
Este amor es fiel y para ello debemos ser muy creativos, mucho más que cuando queremos ser infieles. La creatividad surgirá del ser que ama y se siente amado. Del ser que siente que su vida y la de los demás es un don, o sea una oportunidad para honrar la vida. Honrar la vida no es lo mismo que vivir simplemente la vida, pasar en este mundo sin penas ni glorias, eso puede llegar a ser nada más una forma de sobrevivir en esta vida. Honrar la vida es significarla llenarla de sentido. Responder a la pregunta sobre el sentido de mi propia vida y seguramente en la respuesta estarán también los otros.
El amor agápico nos lleva a buscar la justicia, tanto conmigo mismo y como con los demás. Hacer justicia conmigo mismo implica tomarnos el tiempo para conocernos y reconocernos y sólo desde ese momento podré saber qué me corresponde y, seguramente, aquello que me corresponde tiene que ver primeramente con mi propia identidad, es decir, Saber quién soy.
Ahora bien, no siempre comprendemos bien ésta diferencia de vocablos y confundimos los mismos, esto lleva a una devirtuación y devaluación del sentido. Es por ello, que necesitamos replantearnos los auténticos significados de los términos y proponernos pensar y sentir el amor como una tarea, una actividad, una acción, una praxis en la cual los docentes somos protagonistas.
El amor es un arte, sin duda, se aprende con esfuerzo, dedicación, nadie nace amando, se hace amando. El docente puede hablar de un “nosotros” gracias al amor que lo mueve. Sólo podemos llegar a ser en la medida en que amamos. Necesitamos creernos capaces de ser amantes y esto nos llevará a buscar la justicia.
Queridos educadores busquemos la oportunidad de ser, es decir, de amar. No tengamos miedo de ser justos, juguémonos por la verdad que ella nos hará plenamente libre.

bibliografía:
 Benedicto XVI. “Deus cáritas est”.
 Erich Fromm. “El arte de Amar”.
 Joseph Guevaert. “El problema del hombre”.