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El desafío de Educar para la Paz en la Diversidad”

Prof. Alejandro Tomás Neris

Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya

Actualmente en el ámbito de la educación, más precisamente en nuestras comunidades educativas e incluso en nuestras legislaciones se ha vuelto casi un folklorismo hablar y discutir sobre los nuevos desafíos que movilizan la tarea de educar. Por ejemplo: Hablamos de educación en, de y para la diversidad, educación plural, educación desde la multiculturalidad, educar para la inclusión, educación  para la tolerancia, igualdad e incluso la idea de educar para la paz. No se trata de un folklorismo malo o perjudicial pero es necesario pensar en cada una de las propuestas, es decir, analizar los discursos, ya que, las palabras transportan ideologías, concepciones y cosmovisiones. Se presenta un desafío importante: Educar para la Paz en la Diversidad. Para esto es necesario asumir dos actitudes básicas: el diálogo y la hospitalidad.

  1. Educar para la Paz

¿Qué entendemos por Educar para la Paz? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de paz? ¿Qué imágenes sobre la paz dominan nuestro inconsciente?

Cuando pensamos en términos de paz nos imaginamos casi de manera autómata en la paz como ausencia de guerras y violencia. Y la verdad es que no podemos asociar la palabra paz a estas ausencias, puesto que muchas veces donde no hay guerras no significa que haya paz y en este punto nos ayuda las reflexiones de la Dra. Alicia, Cabezudo cuando se pregunta:

“¿Cuáles son las necesidades o pre-condiciones para la existencia de la paz, de acuerdo a la perspectiva actual?”[1]

La autora plantea una diferencia entre  “paz negativa” y “paz positiva”. Paz negativa se asocia a la idea de ausencias de guerra y violencia y, la paz positiva, que sería la actual perspectiva, se asocia a la idea de paz justicia social, democracia, ejercicio de los derechos humanos, equidad, solidaridad,  fraternidad, etc.

Estos conceptos serían las necesidades y pre-condiciones para la existencia de la paz. Sabemos, porque lo vivimos diariamente, que la injusticia y desigualdad genera violencia y el egocentrismo y egoísmo actúan de causante de muchas guerras actuales.

Por lo tanto, educar para la paz es facilitar las condiciones para la no violencia. Es decir, facilitar tendrá que ver con buscar justicia, respetar los derechos humanos, ser solidarios, etc.

Buscar un clima de paz es un trabajo individual y comunitario. Se trata de una tarea y misión. Tarea que exige deseo, voluntad e idoneidad, y una misión que requiere de vocación y pasión. Nadie nos regalará espacios de fraternidad y solidaridad, debemos ganarlo.

Se trata de una tarea en diferentes niveles, ya que, comenzará con cada uno de nosotros como educadores y se extenderá a nuestros sistemas y políticas que deben convertirse en  generadoras de paz.

Generar Paz tiene que ver directamente con buscar por todos los medios, vivir la virtud de la justicia. Sin justicia no hay Paz, no hay armonía. Por lo tanto, Educar para la Paz no tiene que ver con algo que podamos comprar y dar sino con un trabajo en el cual todos nosotros, como educadores, asumimos en primera persona la responsabilidad de ser los primeros propulsores y encargados de crear ambientes de Paz, es decir actuar justa, fraternal y solidariamente.



  1. Educar para la paz en un contexto diverso

Ahora bien, reflexionamos en términos de Educar para la Paz, pero… ¿Cómo educar en la Paz en un contexto diverso?

Analicemos primeramente el término diversidad, es una de los tantos ideas que aparecieron  en la discusión de muchos educadores e investigadores sociales, incluso se trata desde las instituciones jurídicas y pasó a formar parte de los presupuestos básicos para la cuestión  de la inclusión, la no discriminación, la aceptación, la tolerancia, etc.

Pero… como se pregunta el Dr. Carlos Skliar:

“¿Qué pretendemos con la idea de diversidad? ¿Qué pretende la idea de diversidad con nosotros?”[2]

Siguiendo en la misma dirección del Dr. Skliar, nos  preguntamos: ¿Qué queremos decir o qué queremos salvar o proteger con la idea de diversidad? ¿Qué es aceptar lo diverso? ¿Quiénes son los diferentes? ¿Diferentes en referencia a quién o quiénes? ¿Desde dónde o desde quién o quiénes medimos lo diferente?

Seguramente cuando percibimos lo diverso, nos sorprendemos, y es natural, ya que, en nuestro mundo, espacio, cosmovisión no tengo integrado aquello que no puedo nombrar, dominar, etc. Lo diverso me provoca inseguridad e incluso malestar. Un estudiante con problemas para la expresión, ya sea por causas psíquicas y /o físicas – motoras me desestabiliza, un ciego, un sordo, un mudo, un extranjero, me ubica en una situación crítica que exige un cambio, una deconstrucción y reconstrucción.

Consideramos que la cuestión de la diversidad es evidente, ya que es claro y distinto lo diferente. Está  expuesto el problema, se manifiesta, por ello, pensamos que el problema, en mayor medida, no está en la aceptación de lo diverso sino, más bien en la aceptación e integración de algo más básico aún que es la cuestión de la “alteridad”, es decir, del reconocimiento e integración del otro como otro.

  1. El reconocimiento de la alteridad

Recordemos el significado de la palabra alteridad. Del latín “alter” (altéritas, alteritátis) que significa “otro”. En filosofía lo concebimos como la condición de ser otro. Es decir, otro mundo, otra idea, otra forma, otra concepción, otros esquemas, otra mirada, etc. Lo alterno, alternativo se refiere a la capacidad de cambiar la propia perspectiva por la del otro.

El término alteridad se asociará al de conflicto, irrupción, perturbación, alteración, revolución. El otro, los otros, yo, para comunicarnos, necesariamente debemos encontrarnos y esto es un desafío, ya que exige una ruptura, apertura, deseos, ganas de ser parte de otro mundo diferente del mío -después de todo yo también soy diferente para los demás- . Sin lugar a  dudas, esto se dará en un educador maduro, mínimamente sano, consciente que en educación lo más importante es el encuentro.

No sería justo proponer la cuestión de la diversidad únicamente como bálsamo para la no violencia, como paño frío para evitar el conflicto e incluso como camino para escaparme del compromiso del encuentro auténtico; encuentro que es conflictivo por su propia naturaleza. Lo confirma Skliar cuando escribe:

“Una relación de alteridad sin conflicto no es una relación de alteridad: es una relación de uno consigo mismo”[3].

Este deseo de la no violencia, del no conflicto, nos puede llevar a un error que puede costarnos muy caro, asociar el término diversidad únicamente con el de “tolerancia”. Ser tolerante es un ejercicio, por lo tanto algunos lo ubican como una virtud y, en el ámbito educativo, éste término tiene mucha vigencia. Al respeto nos dice la Dra. Julieta Piastro:

“La auténtica tolerancia va acompañada de valores que reconocen la dignidad humana, como libertad e igualdad […] La tolerancia es una virtud débil que nos permite sobrevivir a las diferencias pero no nos enseña a vivir con la diferencia”[4].

Tolerar será dejar las cosas como están, aguantar, dejar pasar, por lo tanto, corremos el riesgo de contar un final de historia donde todo continuó de la misma forma, donde nada cambió. Es decir, nos posicionamos en aquello que constituye lo totalmente opuesto a los fines de la educación que tiene  que ver con el cambio, la promoción, la revolución, con el arte de hacer salir lo bueno de cada uno y transformar lo malo para poder vivir en comunidad.

Aprender a vivir con otros será otro de los grandes fines de la educación y esto nos obliga a aceptar a los demás desde los demás y no desde mis propios esquemas ideológicos. Esto exige de parte nuestra aceptación de nosotros mismos, de nuestra propia originalidad.

Aceptar al diferente exige autoconocimiento, saber primeramente quién soy, cómo soy. La seguridad que puedo experimentar conmigo mismo será el resultado de un costoso trabajo de conocimiento de mí mismo. Te acepto porque me acepto, sos diferente y yo también lo soy, incluso en la misma medida, ya que si el otro es sordo en relación a mí, ¿Yo cómo soy en relación a él?, si el otro es hiperquinético para mí ¿Yo cómo soy para él?, si el otro es homosexual y yo heterosexual ¿Habrá algún problema?

Para educar en la paz, desde un mundo diverso es necesario dos actitudes básicas: el diálogo y la hospitalidad.

  1. El diálogo

¿Qué es realmente el diálogo? ¿Quiénes son los dialogantes? ¿Cómo son los dialogantes? ¿Cualquiera dialoga? ¿Los educadores dialogamos? ¿El sistema educativo dialoga? ¿Las escuelas y autoridades dialogan?

Si partimos del vocablo original, nos remitimos al griego y podemos hablar de un razonamiento, tratado, estudio, camino... de a dos, es decir compartido, eh ahí el problema. Se trata de una construcción, de un hacer común, de un “poner en común”[5].

Al respecto escribe Dominique Maingueneau (mangueno):

“El diálogo tiende a estar afectado por un valor ético: el diálogo se considera sustraído al campo de las fuerzas y de los intereses (...) el placer del diálogo no es el del consenso sino el de las incesantes fecundaciones”[6].

Estas palabras de Maingueneau nos reubican en una postura más abierta sobre el diálogo, ya que, muchas veces pensamos que para que haya diálogo todos tenemos que estar de acuerdo, tenemos que coincidir, todo se tiene que cerrar, clausurar, concluir y si hablamos de “incesantes fecundaciones” nos estamos refiriendo a algo dinámico, con una fuerza interna propia en el que el resultado es la unión de dos partes y no de una sóla de ellas. Necesitamos ambas parte para que se produzca la fecundación, por lo tanto, necesitamos dos seres dispuestos y abiertos para que haya diálogo.

Sólo al revelarme ante el otro, por medio y con ayuda del otro, puedo tomar conciencia de mí mismo. Por lo tanto, con la conciencia del “tu” constituyo mi autoconciencia.

Es decir que queda fuera de toda posibilidad pensar la comunicación, el diálogo y la educación desde la individualidad, desde la soledad inexorable, como piensa Dostoievski, la misma existencia es una profunda comunicación. Ser quiere decir comunicarse. Ser significa ser para otro y a través del otro, para sí mismo.

Al respecto propone Bajtín el “diálogo inconcluso” como única forma  de expresión adecuada de la expresión verbal de una auténtica vida humana. Nos dice:

“La vida es dialógica por naturaleza. Vivir quiere decir participar de un diálogo”[7]

Es así que lo monológico se opone de manera natural, ya que, hablamos de una sola conciencia. El monologismo rechaza la existencia de otras conciencias. Conciencias que pueden responder, interrogar, cuestionar, proponer, etc. Sostiene el autor que el monólogo es concluso y sordo, se arregla sin el otro, pretende ser la última palabra.

A manera de síntesis de este punto, pensamos que es imposible pensar la educación desde métodos y posturas monológicas, donde el punto de partida y llegada sea la palabra del educador, es decir, una única conciencia. Creo que en la praxis docente la postura dialógica inconclusa deberíamos animarnos a explorar. Lo inconcluso nos abre a la búsqueda y la búsqueda al diálogo, el diálogo al otro y el otro al amor.

  1. La hospitalidad

¿Qué nos queda como trabajo a nosotros los educadores que buscamos Educar para la Paz en la Diversidad? Creo que una importante labor se nos presenta: convertirnos en auténticas personas hospitalarias. Esto es, seres con un sentido de la apertura y respeto por aquel que se acerca o a quienes me acerco.

La hospitalidad es una virtud, una capacidad. Capacidad de bienvenida, acogida, atención, cuidado.

¿Qué lugar ocupan los otros en la hospitalidad? En ella los otros nunca son deudores sino siempre acreedores, por lo tanto se convierte en una exigencia moral: recibir a los otros como otros sin esperar de parte de ellos nada.

Se trata de una hospitalidad sin condiciones, en donde los otros irrumpen como otros, exigen con fuerza moral como otros. Dejar que el otro irrumpa en el aula, el patio, el sistema, en nuestras vidas como otros sin esperar que se quede, se instale en nuestro mundo, sino, al contrario, que pueda “irse”, salir, crecer, promocionarse. No son míos ni para mí, son de ellos mismos.

Seguramente, para poder vivir esta actitud de hospitalidad debemos “desapropiarnos”, “despojarnos” de muchas ideas y preconceptos. Asumir una postura de no – conocimiento y apertura por lo nuevo, lo otro que no conozco pero puedo hacerlo porque tengo la capacidad y vocación para abrirme y descubrir algo distinto de mi mundo. Ese mundo que estoy acostumbrado y acomodado y que me otorga seguridad. Al respecto, lo expresa Jacques Derrida (Derridá):

“[…] Este “no lo sé”, no es resultado de la ignorancia o del escepticismo, ni de nihilismo ni de oscurantismo alguno. Este no-conocimiento es la condición necesaria para que algo ocurra, para que sea asumida una responsabilidad, para que una decisión sea tomada”[8].

El desafío de Educar para la Paz en la Diversidad es grande y los caminos y herramientas son muchos y variados. ¿Cuáles de ellos es el más indicado? Seguramente será aquel que surja como fruto de un sincero planteo y, si es necesario realizar cambios, no tengamos miedos en hacerlos. Lo diverso fortalece, la unidad se da en la diversidad y no en la homogeneidad. Seré, seremos en la medida que el otro sea otro y yo sea yo, y nos encontraremos en un nosotros gracias al amor.

¡Muchas gracias!

































BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

*      BAJTÍN, M. (2000). Yo también soy. México. Edic. Taurus.

*      CABEZUDO, A. (2005 – 2006). Educar para la paz en la ciudad. Conferencia Magistral Cátedra UNESCO de Educar para la Paz. Recinto de Río Piedras. Universidad de Puerto Rico,

*      MAINGUENEAU, D. (1999). Términos claves del análisis del discurso. Buenos Aires. Ediciones Nueva Visión.

*      PIASTRO, J. (1998). Identidades en Movimiento en Tolerancia o Barbarie. Compilación de Manuel Cruz. Barcelona. Editorial Gedisa.

*      SKLIAR, C. (2007). La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa. Ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007.

*      SKLIAR, C. (2008). ¿Qué pretendemos con la idea de “diversidad”? ¿Qué pretende la idea de “diversidad” con nosotros? Conferencia presentada en  Encuentro Inspectorial de equipos de gestión y conducción escolar construyendo una escuela inclusiva Casa Salesiana “Ntra. Sra. de las Mercedes” – Manucho, 23-25 de abril de 2008.















[1] CABEZUDO, ALICIA. “Educar para la paz en la ciudad”. Conferencia Magistral Cátedra UNESCO de Educar para la Paz 2005 – 2006. Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. P. 10

[2] SKLIAR, CARLOS. ¿Qué pretendemos con la idea de “diversidad”? ¿Qué pretende la idea de “diversidad” con nosotros?”. Conferencia presentada en  Encuentro Inspectorial de equipos de gestión y conducción escolar construyendo una escuela inclusiva Casa Salesiana “Ntra. Sra. de las Mercedes” – Manucho, 23-25 de abril de 2008. P. 1.

[3] SKLIAR, CARLOS. “La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa” ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007. P. 7
[4] PIASTRO, JULIETA. “Identidades en Movimiento” en "Tolerancia o Barbarie" Compilación de Manuel Cruz. Editorial Gedisa. Barcelona. 1998. P. 146

[5] Del latín Comune facere: comunicación
[6] MAINGUENEAU, DOMINIQUE. “Términos claves del análisis del discurso”. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1999. P. 37
[7] BAJTÍN, MIJAÍL. “Yo también soy”. Edic. Taurus. México. P. 165
[8] SKLIAR, CARLOS. “La pretensión de la diversidad o la diversidad pretenciosa” ponencia presentada en la primeras Jornadas de Investigación Educativa, panel Sujetos y contextos de la Investigación Educativa. Universidad Nacional de Cuyo, 3 y 4 de mayo del 2007. P. 7

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