Este es un espacio para que entre todos podamos ir compartiendo reflexiones. Yo les ofrezco algunas de las mias y el resto depende de vos. También podemos compartir filmes, música, experiencias, fotos, etc. Espero de vos y espero que vos de mi.



Cuando tú y yo somos nosotros. Sobre la otredad del ser.

Cuando tú y yo somos nosotros. Sobre la otredad del ser.

Prof. Alejandro Tomás Neris.

Luego de escuchar las noticias sobre el tornado en San Pedro pensaba: ¿será esta una nueva oportunidad para rescatar al hombre, para re-ubicarnos como humanidad? Re-ubicarnos como especie, como ciudadanos, como hombres y mujeres que se piensan a sí mismos como seres con otros. Ahora bien, ¿Quién es el otro? ¿Es una prolongación de mí mismo? ¿Es otro distinto de mí? ¿Es una posibilidad o un obstáculo? ¿Es la fuente de todo mal? ¿Irrumpe en mi vida por su propia fuerza? ¿Lo busco? Y seguramente podríamos extender esta lista agregando más interrogantes y cuestionamientos existenciales.
Pienso que la respuesta del hombre ante estos acontecimientos dependerá de la antropología que nos sustenta. Casi de manera inmediata el pueblo misionero se dejó invadir por fuertes sentimientos de solidaridad, en rescate del hombre. ¡Qué bueno! Esta respuesta indica la antropología de un pueblo, misionero y argentino.
Quiero citar al Dr. Italo Francisco Gastaldi[1], autor que estimo mucho por su claridad y experiencia que lo llevó a vivir su vida con plena humanidad. En su libro “El hombre un misterio”, tratando sobre la problemática de la apertura a los demás se pregunta: “El hombre, ¿es un ser (individual) orientado en primer lugar hacia el mundo –en el cual existen también otros hombres- o bien es, antes que nada, un ser en comunión con otras personas en el mundo? […] según la respuesta que se dé, la Antropología es muy distinta”[2].
Adentrándonos un poco más al problema de la otredad, que según su significado breve, podemos decir que es la condición de ser otro, me siento inclinado a tomar algunos autores de pensamientos diversos para que nos ayuden a reflexionar.
Pienso en términos que surgen de pensadores representantes del personalismo dialogal como Emmanuel Mounier[3], Martin Buber[4] y Emmanuel Levinas[5], pero también en términos de existencialistas como Gabriel Marcel[6] y Jean Paul Sartre[7].
Es oportuno recordar la idea de persona desde su etimología, prosopón en griego y persōna en latín como máscara, careta, faz, elemento importante para el desarrollo del teatro griego por medio del cual amplificaban el sonido, provocaban un eco sonoro y esto les permitía complacer al público, es decir, a los teóricos, aquellos que contemplaban la obra teatral. La máscara les servía para sonar, hacerse escuchar, per-sonare, para sonar a través de… por medio de…
Siempre resuena en mi mente y mi corazón, la idea de que persona es aquel que me ayuda a sonar, acciona como una especie de caja de resonancia donde las cuerdas del instrumento tensadas vibran provocando un sonido en el espacio. Pensar en los otros y en mí como los responsables, es decir los encargados de responder. Los otros y yo sonamos mutuamente en la medida en que nos encontramos en un tiempo y espacio concreto. Nada en el mundo puede reemplazar la presencia, es decir el estar inmediatamente presente frente a otro. Persona es aquel que en la medida que está me ayuda a ser. En otras palabras, los otros co-existen con-migo. Los otros y yo, nosotros nos conocemos gracias al encuentro y nos des-conocemos cuando nos atomizamos, palabra que nos pulveriza como especie. Una antropología donde no invita al encuentro es una antropología en términos individualista y egoísta.
La solidaridad ante el sufrimiento y dolor humano únicamente puede surgir de personas que se animan a sonar juntos, es decir, donde un acontecimiento natural, como un tornado, actuando de cuerdas causa un sonido en las personas y entre las personas gracias a que nos re-conocemos como seres capaces del encuentro. No obstante, la indiferencia es el fruto de una antropología apoyada en la idea de que el hombre es o puede convertirse en su propio enemigo. Me diluyo como hombre, incluso al punto de la bestialidad, cuando el otro es para mí un objeto, una cosa arrojada delante de mí.
Es interesante ver como algunos de los pensadores antes nombrados ponen en el diálogo la acción del encuentro, en la apertura al otro el hombre encuentra su consistencia, su realización porque yo soy alguien ante otra persona. El encuentro es la matriz de la existencia porque el hombre es una estructura abierta.
Pero de ninguna manera se pretende pensar el encuentro como una relación intimista donde sólo se da la experiencia del yo-tú sino, trascendiendo los límites del tú, podemos encontrarnos con otro, o mejor aún, con otros que irrumpen en mi vida por su propia fuerza exigiendo justicia y ésta sólo puede entenderse dentro del marco del amor. El otro se presenta en mi vida, en mi historia, que en parte es la de él, incitando una nueva dimensión a tener en cuenta, la social. El otro exige con fuerza ética ser tratado con amor y justicia.
¿Puede el otro convertirse en fuente de todo mal? ¿En un mal pero necesario? Una rápida respuesta puede ser que sí. Sí, porque muchas veces ante lo diferente, diverso, extraño o raro sentimos una amenaza como fruto de una inseguridad. De manera inmediata catalogamos a aquellos diferentes con una etiqueta macabra, lo encapsulamos dentro de estereotipos sociales y apuntamos hacia ellos. El otro se convierte en un sujeto aterrador.
El otro puede ser visto como un ser que me objetiviza, me reduce, me domina. Me siento un objeto cuando me mira y el sentirme un objeto solamente puede darse si hay un ser que mire, un sujeto. Por lo tanto el otro me otorga el ser, la conciencia de ser un sujeto. Me roba el mundo porque me capta y así me domina. Así esta idea trae como consecuencia la conciencia de que las relaciones con los otros no son más que un cruzamiento de subjetividades fundadas en un permanente conflicto.
Siguiendo el pensamiento de Marcel, las palabras del Dr. Vasconi son significativas cuando expresa: “El ser, en el sentido fuerte, es el nosotros a partir del cual tú y yo somos. Sólo la decisión de amar nos da acceso a esta plenitud de ser.”[8]
La propuesta es amplia, las posibilidades son permanentes, los desafíos son cotidianos y la tarea es un hacer constante, sin descanso… Los otros están ahí y exigen de mi parte un continuo reconocimiento, fruto de la consciencia de que juntos formamos un nosotros mutuamente presentes donde ambas presencias exigen estar para ser.



Bibliografía utilizada como consulta:
GASTALDI, ITALO FRANCISCO. “El hombre un misterio”, EDB (6ta. edición), Buenos Aires, Argentina, 1999.
VASCONI, RUBÉN. “Perspectivas”, UNR, Rosario, Argentina.
[1] Italo Francisco Gastaldi, salesiano sacerdote. Dr. En Filosofía por la Pontificia Universidad Salesiana.
[2] GASTALDI, ITALO FRANCISCO. “El hombre un misterio”, EDB (6ta. edición), Buenos Aires, 1999, p. 92
[3] Emmanuel Mounier, (Grenoble, 1 de abril de 1905 - Châtenay-Malabry, 22 de marzo de 1950), filósofo cristiano atento sobre todo a la problemática social y política. Fundador del movimiento personalista y de la revista Esprit.
[4] Martin Buber, (Viena, 8 de febrero de 1878 - Jerusalén, 13 de junio de 1965) filósofo, teólogo y escritor judío austríaco/israelí, conocido por su filosofía del diálogo y por sus obras de carácter religioso.
[5] Emmanuel Levinas, (1906 - 1995) importante filósofo y escritor. Natural de Lituania y desarrolló su trabajo en Francia.
[6] Gabriel Marcel, (París, 7 de diciembre de 1889 - 8 de octubre de 1973) dramaturgo y filósofo francés.
[7] Jean-Paul Charles Aymard Sartre (París, 21 de junio de 1905 – ídem, 15 de abril de 1980) filósofo, escritor y dramaturgo francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista.
[8] Vasconi, Rubén. “Perspectivas”, UNR, Rosario, Argentina. P. 55

PROFESORES POSTMODERNO PARA UN TIEMPO POSTMODERNO

PROFESORES POSTMODERNO PARA UN TIEMPO POSTMODERNO
Prof. Tomás Neris. ISARM

Quiero comenzar ésta exposición planteando un interrogante englobante, que pretende ser una guía de reflexión para la ponencia. “¿Qué es el hombre?”. Y como digo a los estudiantes, la pregunta por el hombre no es un interrogante más ni en tercera persona sino en primera persona, se trata de mi ser hombre, es la pregunta por uno mismo: ¿Qué soy y quién soy? Quiero compartir algunos pensamientos. Pensamientos que más que teorías son “convicciones” que tengo como docente, son así como una especie de muletillas o reflexiones recurrentes que surgen cada tanto. Digo “convicciones”, es decir, es lo que creo, sostengo y enseño.

Soy docente y tengo la sensibilidad y necesidad, como muchos colegas, de hacerme algunas preguntas mas que hacen a nuestra tarea – misión ¿Con qué hombres y mujeres estoy y estaré? ¿Cómo es el sujeto de aprendizaje con el cual me voy a encontrar? ¿Qué necesidades concretas tienen los adolescentes y jóvenes con los que me va a tocar “gastar” un poco mi vida? ¿Cómo me considero docente? ¿Qué imagen tengo de la docencia?... y sin duda podría seguir agrandando ésta lista de interrogantes que para mí son vitales en la carrera docente.

Felizmente somos Postmodernos, y nos encontramos con adolescentes que viven la misma época que nosotros. Época que yo tengo la “responsabilidad” de cuidar. Vamos a compartir en ésta época que es nuestra propia época. No hay otra. No busquemos otra historia, no esperemos que los adolescentes y jóvenes sean como “los de antes”, porque antes no eran mejores, eran realmente distintos, ni mas ni menos buenos y malos que hoy. Eran otros los valores que conducían sus acciones, pero hoy se “descubrieron otros valores” que antes no se habían tenido en cuenta y seguramente hay que conocerlos, aceptarlos y aprender de ellos y no caer es la angustia de la nostalgia y el reclamo injusto de querer hacerlos “como los de antes.”

Algunas características que quiero resaltar para pensar luego desde la educación y nuestro rol como docentes.

La caída del hombre omnipotente: Ha caído en crisis la idea de que la historia constituye un curso unitario que avanza hacia un fin, el “mito moderno del progreso”. El siglo XX no nos deja mentir y podemos constatar en la historia cierto “lado oscuro del discurso moderno del progreso”. El hombre entra en una suerte de desconcierto y consternación. El hombre no resultó ser el “súper man” en la historia, el que todo lo puede, alcanza y sabe. Nos damos cuanta que esto fue y es un verso. Existe la categoría de omnipotente pero no la existencia real del hombre omnipotente.

El “yoismo” como punto de referencia. El hombre “Yo -Yo”: El “yo pienso” de Descartes justifica el “Yo conquisto”, a costa de negar al otro para afirmar el todo, imponiendo su pensamiento, voluntad y criterio de verdad.
Según el filósofo argentino Enrique Dussel[1], “afirma la necesidad de una ética de la liberación que rompa el anillo de hierro de la totalidad, a través de la afirmación de la Alteridad, el otro, la afirmación de lo distinto frente a “lo mismo”.
Vemos una excesiva individualidad, es más, pensar en el otro es cosa de “antes”. Nos ofendemos porque “me faltan el respeto”, nos enojamos porque “me hacen sentir mal”, “me hacen venir temprano”, nos alegramos porque “me hacés reír”, “me decís lo que quiero escuchar”, “me cumplen”, nos sentimos realizados porque “me dejás ser” “me, me, me... ”

Del totalitarismo y monotonía a la parcialización y “El hombre modular”: Ernest Gellner, tomó una metáfora de la industria del mobiliario: la diferencia entre el viejo y el nuevo tipo de ser humano es como la diferencia que existe entre un mueble de una sola pieza y otro modular.

Los muebles antiguos, de una sola pieza, tenían desde el principio una forma definitiva, se hacían de una sola vez, forma o estilo y sobre todo con un material que pueda durar por varias generaciones.

Los nuevos muebles, son modulares, adaptables, se compran por parte y esto hace posible agregar luego, otras. Son muebles que se reacomodan según el gusto y la fantasía de cada uno. No hay un momento en que se pueda decir que el mueble modular ha alcanzado su estado definitivo.

Ahora bien, haciendo un parangón entre las características de estos muebles y la antropología postmoderna, podemos decir que el “Hombre modular” es el producto más notable de la propuesta de la modernidad.
El hombre modular no tiene una única forma predeterminada y correcta, sino un conjunto infinitamente ampliable de formas posibles, el hombre modular no tiene un perfil ni atribuciones predeterminados.

Es un hombre con demasiados rasgos y aspectos, de modo que casi todos ellos pueden ser mantenidos durante un tiempo siempre listos para ser usados o eliminados según las necesidades del momento. El hombre modular es una criatura con cualidades móviles, descartables e intercambiables. Es un hombre, a diferencia del mueble, auto modelado.

El hombre modular puede sumarse a una institución y dejar de pertenecer a ella si no está de acuerdo o deja de “interesarlo” su política, sin tornarse víctima de una acusación de alta traición. Así también los lazos vinculadores, son ad hoc no rígidos. Esto hace que no caiga en monotonías y homogeneidades. Todos estamos siempre y en todas partes. No pertenecemos “plenamente” a ninguno de los grupos a los que accedemos.

Todas las formas de reunión son, de hecho, frágiles y vulnerables, no gozamos de integración perfecta. En ninguno nos sentimos “como en casa” sino como en un hotel.



De la autosuficiencia y absoluta libertad al “Hombre Radar”: Rollo May[2] utiliza la imagen de un hombre con un radar sobre su cabeza para describir y analizar la situación en que el hombre se encuentra hoy. Hablando sobre el fenómeno de la masificación el psicólogo sostiene que este hombre vive pendiente de lo que los demás esperan de él. A la “expectativa”, tratando de “captar” que quieren de él para poder “encajar” y ser aceptado.

Este hombre radar toma sus motivaciones y directivas de los demás... es capaz de responder pero no de elegir. Capta qué es lo que los demás esperan de él y se desvive por responder a ello.

Sumando a este planteo el pensamiento de Martín Heidegger podemos afirmar que al actuar nos preguntamos qué es lo que “uno” haría en nuestro lugar y lo hacemos. No nos preguntamos qué es lo “yo” haría. Hacemos lo que uno hace. Vivimos bajo el señorío de los demás.


Del hombre calculador, matematizador, lúdico, incomunicado y real al hombre videns, virtualizado y sobre informado y comunicado: Vivimos ahogados en imágenes y propuestas. Todo está puesto en escena, quedan pocos artistas y signos detrás de telón. Todo se muestra nada se evita.

Estamos ante un nuevo tipo de “presencia”, la virtual. Abrazo, estudio, beso virtual. Cuando nos saludamos no sabemos si decirnos: “nos vemos” o “nos leemos”. La imagen reemplaza la realidad. Un beso se vuelve un signo: un labio rojo en pantalla. Un abrazo son dos hombrecitos tirando sus brazos, uno azul y el otro verde. Una carcajada son dos letras del alfabeto unidas simultáneamente: jajajaja o jejeje o jijiji, según el estado anímico o impulso emocional. El estudio es “a distancia” y la búsqueda de materiales para la lectura y la reflexión es www.monografía.com.

Se puede percibir una sobre multiplicación de medios emisores, como así también, una sobre abundancia de señales y códigos, “claves” para todo.

Las imágenes pasan muy veloces, no tenemos tiempo de digerirlas[3]: hacemos “zapping” (cambio de canal para evitar propagandas), hacemos “fliping” (cambio de programa sin ninguna razón), y hacemos “grazing” (ida y vuelta permanente entre dos o más propagandas, con la voluntad de seguir varias emisoras simultáneamente, así podemos mirar dos novelas al mismo tiempo o dos noticieros, o dos novelas y un noticiero, porque “no podemos vivir desinformados” jajajaja).
Así también vemos como una imagen borra a otra. Pasamos con naturalidad de un desfile de moda a una guerra, de una receta de cocina a un informe sobre los desaparecidos en un huracán, del comentario sobre quién fue el último sentenciado en Tinelli al suicidio de un joven... no nos damos el tiempo para procesar la información, para “sonar con” (significado de persona en latín).

Todo dura un “instante”, lo que pasó “ya fue”. Lo importante es estar bien. No hay tiempo para plantear temas “eternos”, por supuesto si “nada es para siempre”.

Millones de personas “interconectadas” (el cyber espacio) pero con un profundo sentimiento de soledad y abandono: “adictos” (adictum = sin dicho)... y al fin cuando logramos paz y serenidad, un minuto de concentración... aparece el maldito personaje que está metido en todos los bolsillos y carteras. El celular. ¡Que tan desubicado queda quien no se a acordado de sacarle el sonido antes de entrar a clase o reunión!

Lo importante es tomar todo “sin calorías” es decir todo “light”. Incluso hasta la propia vida.

Trataré de cerrar el tema, planteando algunos desafíos que tenemos como docentes:
ý Recuperar la comunicación intrapersonal e interpersonal ante la sobre comunicación “multimedial y chatarra”.
ý Ante la sobreacentuación del espíritu “yoísta” animar y ayudar a vivir la espiritualidad del “nosotros” (existir es co-existir – Gabriel Marcel).

ý Ante la exagerada “vulnerabilidad” la capacidad de ser “resilientes” (es decir con capacidad de resistir y reiniciar).

ý Ante la excesiva dependencia la capacidad de autonomía e ínterindependencia...

ý Además, creo que esto exige recuperar una imagen del docente, el del pedagogo. Una persona que “acompaña”.

ý Ser compañero/a.

Un compañero/a, que no es sinónimo de “igual a”. Un compañero/a de camino, que respeta la libertad del otro, “si quieres te acompaño”. Está “presente” – virtual y personalmente – “estar es amar”. Compañero autónomo y solidario. Compasivo, es decir alguien que padece-con. Compañero/a idóneo, profesional, no es un improvisado, alguien que se anima no más. Alguien que da el primer paso habiendo caminado antes él. Conduce sin determinar.

Un compañero/a que atiende la “diversidad”, desde aquí busca la unidad, no desde la homogeneidad. Incluye porque él se siente incluido. Trabaja con su vida, por eso se hace cargo y “cuida”.

Muchas gracias y estamos en camino.

Sugerencias para meditar: Tema musical: “Si quieres te acompaño en el camino” del P. Eduardo Meana sdb en “Esencial” (CD) de Edit. San Pablo.








[1] Noceti, E. 1998 “La ética de la liberación de enrique Dussel” Buenos Aires. Cussa. Pág. 12
[2] Psicólogo Neoyorquino. 1990. “El hombre en busca de sí mismo”. Buenos Aires. Central. Pág. 15
[3] Planteos de Enrique Rojas en su libro “El hombre light”.

El monologismo y el dialogismo en la praxis docente:

El monologismo y el dialogismo en la praxis docente:
Prof. Alejandro Tomás Neris

Para comenzar con esta temática quisiera valerme de un clásico de la literatura filosófica: los diálogos de Platón. Diálogos que tienen, por lo general, como protagonista principal al personaje Sócrates un ateniense del siglo V antes de Cristo. Para algunos autores un verdadero educador sin querer serlo.

Cuentan que un amigo de Sócrates, Querefonte, una vez fue a visitar un oráculo dedicado al dios Apolo en un “demos”[1] llamado Delfos. El oráculo era atendido por una pitonisa, mujer encargada de traducir y, muchas veces, interpretar las palabras del oráculo que se dirigía a aquel que lo solicitara. En esa oportunidad la pregunta de Querefonte fue concreta y directa: “¿Quién es el hombre más sabio de Grecia?” Y la respuesta fue más directa y concreta aún: “Sócrates”.

Cuenta Platón que a partir de allí Sócrates interpretó las palabras del oráculo como una misión. Al no estar convencido con las palabras del oráculo pero al ser un hombre que creía en la divinidad y sus palabras se propuso averiguar por sus propios medios en qué consistía esta sentencia. ¿Seré yo el más sabio como dice el oráculo? ¿A caso no hay otros hombres que si se sabe son sabios y no fueron tenidos en cuenta por el oráculo? ¿En qué consiste la sabiduría?... cuántas más podrían haber sido las preguntas que se pudo haber hecho nuestro personaje.

Nuestro personaje se hizo famoso, entre otras cosas, por su método de educación, podríamos llamar hoy: el diálogo o método dialéctico o socrático. No es la intención hablar del método como tal ahora pero si sobre ésta forma de “diálogo”.

Me surgen algunos interrogantes: ¿Qué es realmente el diálogo? ¿Quiénes son los dialogantes? ¿Cómo son los dialogantes? ¿Cualquiera dialoga? ¿Sócrates realmente dialogaba? Los docentes ¿dialogamos? El sistema educativo ¿dialoga? Las escuelas y autoridades ¿dialogan? Etc.

Me valdré de algunos autores para aclarar o habilitar nuevos interrogantes ya que creo que las preguntas son “puertas” y no hay que cerrarlas.

Si partimos del vocablo original, nos remitimos al griego y nos encontramos con un significado que en una suerte de luz aclara muchas sombras sobre lo que se entiende por diálogo. Podemos hablar de un razonamiento, tratado, estudio, camino... de a dos. Se necesitan dos, como mínimo, para dialogar. Se trata de una construcción, de un hacer común, de un “poner en común”[2].

Se trata de un intercambio de voluntades para llegar a un resultado[3]. “El diálogo tiende a estar afectado por un valor ético: el diálogo se considera sustraído al campo de las fuerzas y de los intereses (...) el placer del diálogo no es el del consenso sino el de las incesantes fecundaciones”[4].

Éstas palabras en el libro de Maingueneau nos reubican en una postura más abierta sobre el diálogo. Ya que, muchas veces pensamos que para que haya diálogo todos tenemos que estar de acuerdo, tenemos que coincidir, todo se tiene que cerrar, clausurar, concluir y si hablamos de “incesantes fecundaciones” nos estamos refiriendo a algo dinámico, con una fuerza interna propia en el que el resultado es la unión de dos partes y no de una sóla de ellas. Necesitamos ambas parte para que se produzca la fecundación, por lo tanto, necesitamos dos seres dispuestos y abiertos para que haya diálogo.

La misma existencia es comunicación. Comunicación de un sin fin de cosas, es inagotable el ser en materia de comunicación. En el diálogo se da una experiencia comunicacional por excelencia, como sostiene el pensador francés Emmanuel Mounier[5]: Esta existencia que es encarnada, que trasciende la naturaleza, la transforma, que ejerce presión sobre ella y la vence, tiene una experiencia fundamental que la marca como persona: la comunicación. La comunicación es un hecho en la persona, ella es comunicable por su misma naturaleza. Si nos ponemos a observar, el niño desde que nace se comunica y, en los primeros meses de vida, lo hace siempre en movimiento hacia el otro. La persona existe hacia los otros y se conoce por los otros, se encuentra en los otros. Afirma Mounier: “La experiencia primitiva de la persona es la experiencia de la segunda persona. El tú, y en él el nosotros, preceden al yo, o al menos lo acompañan”.[6] La persona, por el movimiento que la hace ser, se expone continuamente. Cuando la comunicación se rebaja o se corrompe, yo mismo me pierdo profundamente: “casi se podría decir que sólo existo en la medida en que existo para otros, y en última instancia ser es amar”[7].

Evidentemente la experiencia del diálogo es una práctica de comunicación. Práctica que conlleva algunos elementos constitutivos. Me quiero detener en dos, que a mi criterio son importantes: el lenguaje y el lugar del “otro”. Para ello me sostendré en Mijaíl Bajtín[8] y Jerome Bruner[9].

Quiero pensar al lenguaje como un medio por el cual se podrá dialogar. Sin duda que en este punto todos, o por los menos muchos, coincidirán; pero... ¿qué tipo de lenguaje es? ¿Es sólo un medio? ¿es neutral?

En uno de los capítulos del libro de Bruner[10] nos encontramos con el título “El lenguaje de la educación” y al comenzar el mismo nos encontramos con la siguiente frase: “...el medio de intercambio en el cual se lleva a cabo la educación –el lenguaje- nunca puede ser neutral, que impone un punto de vista no sólo sobre el mundo al cual se refiere sino hacia el uso de la mente con respecto a este mundo. El lenguaje impone necesariamente una perspectiva en la cual se ven las cosas y una actitud hacia lo que miramos. No es sólo que el medio es el mensaje. El mensaje en sí puede crear la realidad que el mensaje encarna y predisponer a aquellos quienes lo oyen a pensar de un modo particular con respecto a él”.

La misma realidad, sostiene Bruner[11], reside en el acto de discutir y negociar. Las realidades sociales son los significados que conseguimos compartiendo las cogniciones humanas. De aquí que me pongo a reflexionar sobre la responsabilidad social que tenemos los docentes desde el momento que optamos por esta profesión y de la importancia de ser seres dialogantes, convencidos que desde el lenguaje construimos.

En cuanto al lugar del otro me gusta pensar en términos de Bajtín: “...Nadie puede ocupar una posición neutral respecto del yo y del otro... para obtener una orientación valorativa es necesario ocupar un lugar único en el acontecimiento unificado del ser, es necesario encarnarse”[12]. Sólo al revelarme ante el otro, por medio y con ayuda del otro, puedo tomar conciencia de mí mismo, “me convierto en mi mismo”[13]. Con la conciencia del “tu” –pensmiento Mounieriano y Buberiano- constituyo mi autoconciencia.

Es decir que queda fuera de toda posibilidad pensar la comunicación, el diálogo y la educación desde la individualidad, desde la soledad inexorable, como piensa Dostoievski, la misma existencia es una profunda comunicación. Ser quiere decir comunicarse. “Ser significa ser para otro y a través del otro, para sí mismo”[14].

Propone Bajtín el “diálogo inconcluso” como única forma de expresión adecuada de la expresión verbal de una auténtica vida humana. “La vida es dialógica por naturaleza. Vivir quiere decir participar de un diálogo”[15] por lo tanto, lo monológico se opone de manera natural, ya que, hablamos de una sola conciencia. El monologismo rechaza la existencia de otras conciencias. Conciencias que pueden responder, interrogar, cuestionar, proponer, etc. Sostiene el autor que el monólogo es concluso y sordo, se arregla sin el otro, pretende ser la última palabra.

A manera de síntesis, pienso que es imposible pensar una educación desde métodos y posturas monológicas, donde el punto de partida y llegada sea la palabra del docente, es decir, una única conciencia. Creo que en la praxis docente la postura dialógica inconclusa deberíamos animarnos a explorar. Lo inconcluso nos abre a la búsqueda y la búsqueda al diálogo, el diálogo al otro y el otro al amor.










[1] Demos: barrio (palabra griega)
[2] Comune facere: comunicación
[3] MAINGUENEAU, DOMINIQUE. “Términos claves del análisis del discurso”. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1999. 37

[4] opus idem.
[5] Filosofo francés. Representante del personalismo cristiano. Nació en Grenoble en 1905 y falleció en 1950.
[6] Mounier, EMMANUEL; “ El Personalismo ”, EUDEBA, Buenos Aires, 1984, p. 20

[7] opus idem.
[8] BAJTÍN, MIJAÍL. “Yo también soy”. Edic. Taurus. México. 2000
[9] BRUNER, JEROME. “Realidad mental y Mundos posibles”. Editorial Gedisa. Barcelona, España. 1988
[10] Bruner p. 127
[11] Idem p. 128
[12] Bajtín p. 122
[13] idem p. 163
[14] Idem
[15] Bajtín p. 165

“¡OÍD MORTALES EL GRITO SAGRADO: LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD!

Sobre los conceptos de colonización, decolonización y libertad”.
Prof. Alejandro Tomás Neris

¡Oíd mortales el grito sagrado: libertad, libertad, libertad!; así reza nuestro Himno Nacional Argentino en una de sus estrofas. Pienso en la primer parte de ésta frase, haciendo alusión a los mortales, ya que, sólo éstos pueden tener conciencia de la condición de ser hombres y mujeres libres. Ser mortal es tener un principio y un fin, seres limitados, finitos. Ésta conciencia o no de limitación nos sitúa en otra condición: ser responsables, es decir con capacidad de “responder”[1].
El límite, la finitud nos enfrenta a la situación de hacernos cargos, responder por algo o alguien, cargar sobre nuestras propias espaldas. Y ¿quién es el responsable, además de aquel que se hace cargo? Pienso que el hombre y la mujer libre.
Estos dos términos van muy unidos de la mano y ya desde muy antiguo, en algunas culturas, como por ejemplo en la romana, la libertad iba de la mano con la responsabilidad. Traigo a la memoria el rito de la Toga virili que se entregaba a los varones romanos que pasaban de la adolescencia a la juventud simbolizando su responsabilidad como ciudadano libre, el hombre “liber” con capacidad para asumir ciertas actividades públicas que antes les eran reservadas.
Teniendo como base estos dos términos es que pretendo reflexionar sobre el hecho de la descolonización que nos proponen en este número de la revista. Primeramente me resulta inevitable pensar en términos de colonización. En un sentido estricto se trata de un acontecimiento: llegar a un lugar, establecerse, instalarse y trabajar en él (labrar), habitar el lugar, hacer suyo. Generalmente se trata de personas que emigran de un lugar a otro y se establecen en un nuevo lugar. Esta emigración tiene muchos motivos y fines, y es por ello que resulta algunas veces negativa o positiva la resonancia del término. Un ejemplo claro es cuando pensamos el término teniendo en cuenta la historia de nuestra provincia y todas las colonias que se fueron formando a lo largo y ancho de ella, nuestras raíces tiene que ver con el hecho mismo de la colonización, en diferentes etapas de la historia. Podemos pensar en nuestros hermanos guaraníes, en los sacerdotes y hermanos jesuitas y en nuestros abuelos inmigrantes europeos, paraguayos y brasileños. Diferentes épocas y momentos históricos – culturales.
Cuando emigramos de un lugar a otro, nos trasladamos con una historia y cultura y nos sumergimos o no en otra y este encuentro puede ser de diferentes formas. Puede vivirse como una invasión, una guerra, una intromisión, un atropello, una oportunidad, una salida, etc. Pero siempre es un encuentro, de diferentes formas pero un encuentro en fin. Y es en este punto que quiero detenerme, porque creería que para colonizar un lugar hay que ser lo suficientemente consciente y maduro, responsable del hecho. Consciente de que mi lugar propio (el que dejé) quedó atrás, es otro diferente al que me establecí. Maduro para entender que la misma cultura es dinámica y los hombres somos seres culturales y protagonistas en la construcción y conservación de la misma. Conscientes, maduros y responsables por respetar a aquellos que ya están morando una tierra y viviendo una cultura, seguramente diferente a la mía. Colonizar exige apego y desapego, dejar y tomar, es por ello que no quiero ser injusto con aquellos que lo supieron hacer.
Ahora bien, des-colonizar podría ser desalojar, poner fin a la colonia. También hay que ser suficientemente responsable para tal hecho. Ya en la nueva colonia se gestó una nueva cultura, una forma diferente, una mixtura de lo que vino y lo que ya estaba, algo diferente. Algo que ya es propio del lugar, ya no es lo original del lugar que fue colonizado ni tampoco lo propio del que vino, ni lo uno ni lo otro, diferente, diverso, una nueva cultura fruto de la mixtura y no un híbrido.
Vuelvo al ejemplo de nuestra provincia, es tan nuestra la historia de los aborígenes guaraníes como la de los inmigrantes de la postguerra. Misiones es fruto de toda ésta diversidad encontrada y conjugada, impensable en algunas categorías, sin embargo ésta es nuestra historia, la identidad de nuestra provincia pasa por la diversidad, por el encuentro de culturas muy diversas.
Una vez escuché la frase “mente colonizada” y me llamó mucho a la atención, me inquietó y me hace pensar hasta el día de hoy. Es cierto el hecho de la colonización de la mente, de las ideas, incluso de las emociones y sentimientos. Cuántas veces hablamos sin pensar, es decir sólo repitiendo, llevados sólo por un impulso sin reflexionar conscientemente. Hablar y obrar desde una mente colonizada podría ser muy peligroso y es por ello la grave responsabilidad de la educación[2] . Formar seres libres, con suficiente autonomía y reflexión propia.
Propongo hacer un cambio, la palabra descolonización por educación – formación. Creo que ésta puede ser una nueva forma de vivir nuestra historia. El camino es lento pero puede ser hecho sin detenerse, sin atropellos. Formar para construir una ciudadanía que busque la paz, la unidad, la solidaridad. Formar para tener opinión crítica y propia, rescatando todo lo positivo en cada situación, haciendo de la historia un lugar de aprendizaje, sabiendo sacar el trigo de un lugar donde también hay cizaña.


[1] Según etimología latina del término responsable.
[2] Educación en un sentido amplio, incluyendo a la familia y la escuela.