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Cuando tú y yo somos nosotros. Sobre la otredad del ser.

Cuando tú y yo somos nosotros. Sobre la otredad del ser.

Prof. Alejandro Tomás Neris.

Luego de escuchar las noticias sobre el tornado en San Pedro pensaba: ¿será esta una nueva oportunidad para rescatar al hombre, para re-ubicarnos como humanidad? Re-ubicarnos como especie, como ciudadanos, como hombres y mujeres que se piensan a sí mismos como seres con otros. Ahora bien, ¿Quién es el otro? ¿Es una prolongación de mí mismo? ¿Es otro distinto de mí? ¿Es una posibilidad o un obstáculo? ¿Es la fuente de todo mal? ¿Irrumpe en mi vida por su propia fuerza? ¿Lo busco? Y seguramente podríamos extender esta lista agregando más interrogantes y cuestionamientos existenciales.
Pienso que la respuesta del hombre ante estos acontecimientos dependerá de la antropología que nos sustenta. Casi de manera inmediata el pueblo misionero se dejó invadir por fuertes sentimientos de solidaridad, en rescate del hombre. ¡Qué bueno! Esta respuesta indica la antropología de un pueblo, misionero y argentino.
Quiero citar al Dr. Italo Francisco Gastaldi[1], autor que estimo mucho por su claridad y experiencia que lo llevó a vivir su vida con plena humanidad. En su libro “El hombre un misterio”, tratando sobre la problemática de la apertura a los demás se pregunta: “El hombre, ¿es un ser (individual) orientado en primer lugar hacia el mundo –en el cual existen también otros hombres- o bien es, antes que nada, un ser en comunión con otras personas en el mundo? […] según la respuesta que se dé, la Antropología es muy distinta”[2].
Adentrándonos un poco más al problema de la otredad, que según su significado breve, podemos decir que es la condición de ser otro, me siento inclinado a tomar algunos autores de pensamientos diversos para que nos ayuden a reflexionar.
Pienso en términos que surgen de pensadores representantes del personalismo dialogal como Emmanuel Mounier[3], Martin Buber[4] y Emmanuel Levinas[5], pero también en términos de existencialistas como Gabriel Marcel[6] y Jean Paul Sartre[7].
Es oportuno recordar la idea de persona desde su etimología, prosopón en griego y persōna en latín como máscara, careta, faz, elemento importante para el desarrollo del teatro griego por medio del cual amplificaban el sonido, provocaban un eco sonoro y esto les permitía complacer al público, es decir, a los teóricos, aquellos que contemplaban la obra teatral. La máscara les servía para sonar, hacerse escuchar, per-sonare, para sonar a través de… por medio de…
Siempre resuena en mi mente y mi corazón, la idea de que persona es aquel que me ayuda a sonar, acciona como una especie de caja de resonancia donde las cuerdas del instrumento tensadas vibran provocando un sonido en el espacio. Pensar en los otros y en mí como los responsables, es decir los encargados de responder. Los otros y yo sonamos mutuamente en la medida en que nos encontramos en un tiempo y espacio concreto. Nada en el mundo puede reemplazar la presencia, es decir el estar inmediatamente presente frente a otro. Persona es aquel que en la medida que está me ayuda a ser. En otras palabras, los otros co-existen con-migo. Los otros y yo, nosotros nos conocemos gracias al encuentro y nos des-conocemos cuando nos atomizamos, palabra que nos pulveriza como especie. Una antropología donde no invita al encuentro es una antropología en términos individualista y egoísta.
La solidaridad ante el sufrimiento y dolor humano únicamente puede surgir de personas que se animan a sonar juntos, es decir, donde un acontecimiento natural, como un tornado, actuando de cuerdas causa un sonido en las personas y entre las personas gracias a que nos re-conocemos como seres capaces del encuentro. No obstante, la indiferencia es el fruto de una antropología apoyada en la idea de que el hombre es o puede convertirse en su propio enemigo. Me diluyo como hombre, incluso al punto de la bestialidad, cuando el otro es para mí un objeto, una cosa arrojada delante de mí.
Es interesante ver como algunos de los pensadores antes nombrados ponen en el diálogo la acción del encuentro, en la apertura al otro el hombre encuentra su consistencia, su realización porque yo soy alguien ante otra persona. El encuentro es la matriz de la existencia porque el hombre es una estructura abierta.
Pero de ninguna manera se pretende pensar el encuentro como una relación intimista donde sólo se da la experiencia del yo-tú sino, trascendiendo los límites del tú, podemos encontrarnos con otro, o mejor aún, con otros que irrumpen en mi vida por su propia fuerza exigiendo justicia y ésta sólo puede entenderse dentro del marco del amor. El otro se presenta en mi vida, en mi historia, que en parte es la de él, incitando una nueva dimensión a tener en cuenta, la social. El otro exige con fuerza ética ser tratado con amor y justicia.
¿Puede el otro convertirse en fuente de todo mal? ¿En un mal pero necesario? Una rápida respuesta puede ser que sí. Sí, porque muchas veces ante lo diferente, diverso, extraño o raro sentimos una amenaza como fruto de una inseguridad. De manera inmediata catalogamos a aquellos diferentes con una etiqueta macabra, lo encapsulamos dentro de estereotipos sociales y apuntamos hacia ellos. El otro se convierte en un sujeto aterrador.
El otro puede ser visto como un ser que me objetiviza, me reduce, me domina. Me siento un objeto cuando me mira y el sentirme un objeto solamente puede darse si hay un ser que mire, un sujeto. Por lo tanto el otro me otorga el ser, la conciencia de ser un sujeto. Me roba el mundo porque me capta y así me domina. Así esta idea trae como consecuencia la conciencia de que las relaciones con los otros no son más que un cruzamiento de subjetividades fundadas en un permanente conflicto.
Siguiendo el pensamiento de Marcel, las palabras del Dr. Vasconi son significativas cuando expresa: “El ser, en el sentido fuerte, es el nosotros a partir del cual tú y yo somos. Sólo la decisión de amar nos da acceso a esta plenitud de ser.”[8]
La propuesta es amplia, las posibilidades son permanentes, los desafíos son cotidianos y la tarea es un hacer constante, sin descanso… Los otros están ahí y exigen de mi parte un continuo reconocimiento, fruto de la consciencia de que juntos formamos un nosotros mutuamente presentes donde ambas presencias exigen estar para ser.



Bibliografía utilizada como consulta:
GASTALDI, ITALO FRANCISCO. “El hombre un misterio”, EDB (6ta. edición), Buenos Aires, Argentina, 1999.
VASCONI, RUBÉN. “Perspectivas”, UNR, Rosario, Argentina.
[1] Italo Francisco Gastaldi, salesiano sacerdote. Dr. En Filosofía por la Pontificia Universidad Salesiana.
[2] GASTALDI, ITALO FRANCISCO. “El hombre un misterio”, EDB (6ta. edición), Buenos Aires, 1999, p. 92
[3] Emmanuel Mounier, (Grenoble, 1 de abril de 1905 - Châtenay-Malabry, 22 de marzo de 1950), filósofo cristiano atento sobre todo a la problemática social y política. Fundador del movimiento personalista y de la revista Esprit.
[4] Martin Buber, (Viena, 8 de febrero de 1878 - Jerusalén, 13 de junio de 1965) filósofo, teólogo y escritor judío austríaco/israelí, conocido por su filosofía del diálogo y por sus obras de carácter religioso.
[5] Emmanuel Levinas, (1906 - 1995) importante filósofo y escritor. Natural de Lituania y desarrolló su trabajo en Francia.
[6] Gabriel Marcel, (París, 7 de diciembre de 1889 - 8 de octubre de 1973) dramaturgo y filósofo francés.
[7] Jean-Paul Charles Aymard Sartre (París, 21 de junio de 1905 – ídem, 15 de abril de 1980) filósofo, escritor y dramaturgo francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista.
[8] Vasconi, Rubén. “Perspectivas”, UNR, Rosario, Argentina. P. 55

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